miércoles, 4 de noviembre de 2009

Tlön

El universo borgiano de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” es la hipotética historia de un mundo en el cual hubiera triunfado Platón y no Aristóteles. Los objetos se multiplican si se pierden y son encontrados por dos personas distintas. Las ruinas de un edificio desaparecerían de no ser por la mirada de un pájaro. Tlön, igual que Matrix, no existe más que como representación, los dos son psicológicos, no materiales.

La descabellada historia de “La Biblioteca de Babel” siempre me sirvió para metaforizar Internet. La descabellada historia de Tlön me sirve para entender la ficción. Las vastas llanuras de la Tierra Media, por ejemplo, se perderían de no ser por la presencia de un lector. Dos lectores distintos, como Girard y Bloom encuentran dos historias en la misma escena de Hamlet. Hay dos Falstaff, o quizá millones, uno para cada lector. La realidad de la ficción se multiplica infinitamente con cada mirada, con la misma facilidad que se duplica un archivo en el mundo virtual.

Cuando Teseo traiciona a Ariadna y la deja en Naxos, cuando alguien lanza una maldición dentro de una ficción, sabemos que las leyes de la causalidad se van a cumplir con mucho más rigor que las del mundo físico. Las promesas y las maldiciones, la magia y el razonamiento mítico son las leyes absolutas de la ficción. Es decir, la psicología es la única ciencia que importa, igual que en Tlön.

Cuando dos personas descubren un mismo objeto lo duplican. Los duplicados se llaman hrönir. Son parecidos, pero “de forma desairada, un poco más largos” igual que un plagio.

Borges: “Ficciones” | texto
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