lunes, 12 de enero de 2004

Libros de cine

Ediciones JC y Reseña suelen lanzar cada año una guía con todos los estrenos comentados por distintos críticos. Suelo elegir la de Ediciones JC, aunque quizá se deba sólo a que la edición ilustra cada película con un cartel del tamaño de la página. De las puntuaciones que dan a las películas me chocan sobre todo algunos engendros que han puesto por las nubes, como “El ladrón de orquídeas”, “Noviembre”, “Soldados de Salamina” que no está mal pero tampoco es para tirar cohetes, o “Torremolinos 73”. En otros casos no entiendo el disgusto del crítico con películas que yo recomendaría como “Crueldad intolerable”, “Gangs of New York”, “Piratas del Caribe”.

Donde me he alegrado con la puntuación ha sido con “La vida mancha”, porque el crítico se ha atrevido a ponerle las cinco estrellas que yo no tuve el valor de darle, aunque bien mirado, quizá se las merezca.

Roger Ebert ha sacado en castellano un libro que se titula “Las grandes películas. 100 películas imprescindibles de la historia del cine”, donde abundan las europeas y el cine clásico. Se atreve con películas que me resultaron indigeribles, como “Las vacaciones del Sr. Hulot”, o “El año pasado en Marienbad”, pero en general ha hecho una buena selección, y ha sido personal. Ebert tiene muy buena memoria para los detalles y destripa algunas películas para explicarlas bien. A veces se queda en la anécdota y no aporta nada nuevo, pero en general da buenas pistas. El crítico escribe para el Chicago Sun Times y recomiendo su columna a todos los que entienden inglés.

Mi comentarista de cine favorito se llama Augusto M. Torres. Me gusta el tono en que habla al lector, que es poco pedante y a la vez lo llena de fechas y nombres porque relaciona cada película con muchas otras. De él aprendí la costumbre de dejar un párrafo para explicar el argumento en el lugar del texto que más te apetece, también a usar el presente para los argumentos. No hace falta avisar al lector de que le vas a explicar el argumento como hacen otros, salta a la vista; además el cambio del tiempo verbal actúa en la mente como una negrilla.

[Sobre la viñeta de Asterix, la lengua era Romanche. Se habla en algunos cantones suizos. Sólo lo acertó Cristina, y eso que está lejos de Grecia.]

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