lunes, 29 de diciembre de 2003

Dichosos paréntesis

En la semblanza que redactó para la serie “Vidas literarias” Savater explica bien en qué consiste el estilo de Borges:

el comercio estético con los temas filosóficos, el uso de la reflexión como fuente de emoción poética, la habilidad para condensar una doctrina o una biografía en pocas líneas sin pérdida de lo más sustancioso, el uso magistral de la hipálage (“fumando pensativos cigarros”), la erudición como retórica amable o misteriosa pero nunca como pedantería, la consideración dignificante de géneros o autores habitualmente tenidos por “menores”, etc...


Borges contagia a todos los que lo leen de su estilo sentencioso y conceptista que tan bien describe Savater. El propio Savater no se libra del contagio, quizá incluso buscó emular al maestro. Pero hay un exceso que Borges nunca hubiera perpetrado con la tranquilidad de Savater. El de los paréntesis, –o giones, que vienen a ser lo mismo–.

Los textos con paréntesis me parecen un cuchicheo. Si el autor quiere decir algo debería decirlo claramente, y si no viene a cuento debería esperar a viniera. Todo lo que se dice entre paréntesis es como si se largara bajo cuerda, en voz baja, o inoportunamente.


Para acabar, propongo un acertijo: ¿alguien sabe a qué cuentos se refiere Savater en esta enumeración?

la biblioteca que abarca y se confunde con el universo (1), la lotería que va ampliando su juego hasta regir todos los incidentes de la vida humana desde los más íntimos hasta los de mayor trascendencia colectiva (2), la noticia enciclopédica de un mundo ficticio que acaba dotándolo de existencia real (3), el mago que logra dar vida al personaje que ha soñado sólo para descubrir más tarde que también él existe gracias al sueño de otro (4), el punto milagroso pero situado en cualquier lugar trivial donde puede contemplarse toda la vertiginosa complejidad del cosmos (5), etc...


Fernando Savater. Vidas Literarias: Jorge Luis Borges.