sábado, 2 de febrero de 2002

Una historia de la lectura


Alberto Manguel ****




Crítica sustantiva.

La primera impresión que queda después de leer a Manguel, igual que al leer a Borges es: ¿de donde ha sacado el tiempo para leer tanto?. El libro recoge miles de ejemplos de lectores que aparecen en tal página de tal libro de tal cultura. Lo apabullante de esta recopilación es la cantidad de culturas a las que alude, como la china, la africana, la sudamericana, la norteamericana, la europea. Luego apabulla pensar que de un larguísimo libro ha extraído un ejemplo relacionado con su tema pero probablemente pueda sacar otras ideas de otros tantos temas. Y cuantos libros habrá ojeado. Al fin y al cabo este volumen de cuatrocientas página sólo recoge una línea de cada obra citada, o una imagen. Así que cuando uno ha acabado la imagen que queda es la de un Manguel que lo ha leído absolutamente todo.




El primer capítulo de la obra es personal. Manguel narra su propia vida a través de los libros que ha leído. Manuel es judío, hijo de un diplomático argentino que se veía obligado a viajar constantemente. Trabajó en una librería donde debía limpiar el polvo a los libros pero no se quedaba en eso. Allí conoció a Borges que contrató sus servicios para que le leyera. De la erudición del maestro aprendió mucho.

En un cuento de Evelyn Waugh, un caballero inglés, rescatado por otro individuo en las profundidades de la selva amazónica, se ve forzado por su salvador a leerle a Dickens durante el resto de su vida. Nunca tuve la sensación de limitarme a cumplir un deber cuando leía para Borges; se parecía, más bien, a la experiencia de un feliz cautiverio. Más que los textos que Borges me hacía descubrir (muchos de los cuales se convirtieron a la larga en mis preferidos) , me subyugaban sus comentarios, que eran enormemente eruditos pero discretos, muy divertidos, a veces crueles y casi siempre indispensables. Yo tenía la sensación de ser el singular propietario de una edición cuidadosamente anotada, y preparada exclusivamente para mi uso. Eso, por supuesto, no era cierto; yo era sencillamente (al igual que otros muchos) el cuaderno de notas de Borges, un aide-mémoire que el hom bre ciego necesitaba para recopilar sus ideas. y yo estaba totalmente dispuesto a ser utilizado.

El último capítulo, Manguel imagina un libro donde se estudia la historia de la lectura. Es un libro no escrito como los que imaginaba Borges. Este libro habla de muchos otros temas relacionados con la lectura que Manguel no ha llegado a desarrollar. Es mi mejor capítulo.

"Una historia de la lectura" se ha ganado con honores entrar en el apartado de libros que pienso releer periódicamente.

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